Aunque hablar de persistencia retiniana puede sonar a invasión extraterrestre o a algún tipo de trastorno relacionado con la salud, lo cierto es que es un fenómeno más o menos desconocido por el gran público.
Antes de explicar en qué consiste y su importancia en la cinematografía, debemos entender qué es exactamente el cine. El cine es realmente fotografía en movimiento, es decir, una sucesión de imágenes por segundo captadas por el ojo humano como un movimiento en su conjunto.
Esta “ilusión” de movimiento que nos produce el cine tiene una explicación que fue aceptada por la ciencia desde la primera mitad del siglo XIX hasta finales del siglo XX. Esta explicación se denomina ‘persistencia retiniana’, y es una idea simplificada de lo que en la actualidad demuestran ramas de la ciencia como la física, la neurofisiología o la óptica.
Joseph-Antoine Ferdinand Plateau (Bélgica, 1801-1883) definió en 1829 el principio de la persistencia de la visión o persistencia retiniana. Este matemático y físico belga determinó que la duración del estímulo lumínico en la retina era de una décima de segundo.
La “persistencia retiniana” es la condición que tiene el sistema visual humano de retener por una fracción de segundo la visión de una imagen. Este fenómeno ilustra por qué no detectamos la sucesión de fotogramas en el cine. Nuestro sistema visual une el fotograma que acaba de desaparecer ante nuestros ojos, con el siguiente, y así es como el espectador cree que el objeto está en movimiento.
El cine de finales del siglo XIX, caracterizado por la monocromía y la ausencia de sonido, usaba entre los 16 y los 18 fotogramas por segundo. Con la llegada del sonido, se aumentaron hasta 24 fotogramas por segundo. Esto posibilitó, no solo incluir un audio de calidad en la película, sino también una mejora en la fluidez del visionado. Con la llegada de la televisión en el siglo XX la velocidad aumentó hasta los 29,97 fotogramas por segundo. A día de hoy, las tecnologías digitales utilizan otras frecuencias.
Cachivaches de la persistencia retiniana
Los científicos e inventores de esta época pasaron mucho tiempo pensando cómo demostrar la persistencia de la visión humana. Por esta razón fueron diseñados muchos aparatos que, además de ayudar a entender el fenómeno, tuvieron fines comerciales y fueron vendidos como juguetes para niños. Estos “juguetes” mostraban ilusiones ópticas que pretendían explicar las diversas teorías de la visión, entre ellas la persistencia retiniana.
El primero de ellos fue el taumatropo. Inventado por John Ayrton Paris (Inglaterra, 1785-1856) en el año 1824, este sencillo artilugio forma parte del imaginario colectivo porque ha aparecido en muchas películas. Es sencillo porque cualquiera puede construir uno. Está formado por un disco con una imagen en cada una de sus caras. En los extremos del disco se ponen dos cuerdas retorcidas, de manera que, al estirarlas el disco gira rápidamente. Esto crea la ilusión óptica de que ambas imágenes están superpuestas.
Un poquito más difícil de pronunciar, el fenaquistoscopio, fue el primer juguete que permitía reproducir el movimiento de una imagen. Inventado en 1832 por el físico belga Joseph Plateau y por el matemático e inventor austríaco Simon von Stampfer (1792-1864). Como si fuéramos a invocar a Lucifer, para usar este gadget, hay que estar delante de un espejo. Manejarlo es sencillo, solo hay que hacer girar el disco del que consta, y mirar a través de una de sus rendijas. El espectador podrá ver como los dibujos crean la ilusión de ser imágenes en movimiento.
El zoótropo (que nada tiene que ver con los animales) es considerado como el antecedente más cercano al cine. Fue inventado por el matemático inglés William George Horner (1786-1837) en el año de 1834. Está compuesto por un tambor cilíndrico, normalmente metálico, con varios agujeros para observar a través de ellos. La cara interna del cilindro tiene una sucesión de dibujos que al hacer girar el tambor, quien lo observa percibe el movimiento de la imagen. Lo mejor de este juguete es que podrás disfrutarlo con tus amigos, con tu pareja o con quién tu quieras, porque permite que varias personas lo contemplen al mismo tiempo.
Tras años de estudio y de intentar mejorar el zoótropo, el inventor Émile Reynaud (Francia, 1844-1918) patentó el praxinoscopio varios años después, en 1877. Como véis, también empleaban mucho tiempo en buscarles un nombre sencillo. Está formado por un tambor circular, en cuyo interior hay un prisma de doce caras formado por espejos. Los espejos reflejan las imágenes dibujadas en la cara interior del cilindro, que al girar gracias a una manivela, crean una secuencia animada.
Fallos de la persistencia visual
Como apuntábamos antes, la teoría de la persistencia de la retina fue una explicación reconocida hasta el siglo XX. A medida que la neurociencia fue desarrollándose, y en especial la neurofisiología, la persistencia fue convirtiéndose poco a poco en un mito.
Desde sus inicios la presunta explicación de la persistencia retiniana ha carecido de fundamentos científicos. El error en el que se sostiene la persistencia retiniana es en atribuir el fenómeno de la visión solamente al órgano de la retina.
Dentro de la percepción visual del ojo humano entran en juego, además de la retina, el nervio óptico y varios lóbulos cerebrales. Es decir, la teoría de Plateau no tiene en cuenta el cerebro, ni las complejísimas reacciones físicas y químicas que se producen en él. Es decir, todo es demasiado sencillo para ser cierto.
En realidad nuestro complejo sistema visual se basa en detectores de movimiento, de detalles y de patrones; los cuales una vez procesados dan como resultado la experiencia visual, la cual está orientada fundamentalmente por la búsqueda activa de sentido, explicaciones del mundo, y por la supervivencia del individuo.
El ojo no es como una cámara
Como hablamos en una antigua entrada de nuestro blog, el ojo no es una cámara. Algunos expertos niegan la consistencia de estas teorías. Según publica Miguel Ángel Martín Pascual, profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona en su tesina La persistencia retiniana y el fenómeno Phi como error en la explicación del movimiento (2008), “A través del ojo recibimos cambios, no imágenes como en una cámara de fotos”.
El ojo opera de formas distintas dado que a diferencia de las cámaras de cine o vídeo no tiene una cadencia o velocidad de cuadros ni un promedio de escaneo de líneas. No se puede intentar explicar lo que ocurre con nuestro ojo tomando como base el funcionamiento de un cinematógrafo.
Según los críticos de la persistencia retiniana, aunque se trate de una explicación equivocada, se toma como verdadera porque es sencilla de entender. Sostienen, por ejemplo, que en aparatos como el zoótropo lo que persiste no es la sensación de movimiento, sino imágenes borrosas superpuestas.
Se trataría entonces de un concepto que, todavía en la actualidad, continúa siendo explicado de una forma errónea en numerosas facultades y centros de las Ciencias de la Comunicación. Es un error que siguen difundiendo profesores, libros, y muchos manuales especializados de fotografía.
Pero entonces, ¿qué causa la sensación de movimiento? La respuesta todavía es algo compleja y confusa.
Miguel Ángel Martín afirma que, “no sabemos aún cómo percibimos todo lo que se mueve, pues está íntimamente ligado a las imágenes mentales y el proceso de pensamiento. Apenas entrevemos estos procesos. Sabemos dónde pasa y que es complejísimo y costará revisar dolorosamente mucho de lo que sabemos”.
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