Quizá no sepas que Cristopher Nolan se negó a usar imágenes generadas por ordenador (CGI, computer generated imaged) en su reciente biopic «Oppenheimer» de 2023, algo que no ha pasado inadvertido para buena parte de sus seguidores. Tampoco para nosotros. Lo más curioso es que consiguen recrear la explosión atómica con un viejo truco cinematográfico denominado perspectiva forzada. Crearon una mini bomba y consiguieron reproducir las dimensiones de su efecto rodando desde muy cerca para hacer creer al expectador que la reacción era muy grande. No, no es cierto que Nolan convenciera a Universal Pictures para crear un dispositivo a escala real como él mismo descartó en declaraciones a The Hollywood Reporter.
Prometemos hablarte del cine de Nolan en otro artículo, pero hoy preferimos centrarnos en eso de la perspectiva forzada y contarte en qué consiste y cómo ha sido algo habitual en el cine desde hace muchas décadas, más allá de la perspectiva aérea y la perspectiva lineal que trataremos en otro artículo.
¿Qué es la perspectiva forzada?
La definición específica que de perspectiva forzada hace Ira Konesgsberg en el «Diccionario Técnico Akal de Cine» es: «Ilusión de profundidad y distancia creada artificialmente en decorados construidos en áreas limitadas o en decorados en miniatura.»
Posiblemente, lo más interesante de esta técnica es que pierden importancia los avances tecnológicos digitales o el presupuesto de la película. Sólo necesitamos un buen decorado, unas ópticas adecuadas y, sobre todo, creatividad.
Básicamente, se trata de una técnica basada en la ilusión óptica que nos hace pensar que un objeto se sitúa más lejos o más cerca de lo que realmente está y lo percibimos más grande o más pequeño de lo que realmente es y además, estos objetos interaccionan entre sí. Y éstos del cine lo utilizan tan bien que consiguen manipular la percepción visual humana jugando con las escalas de los objetos en relación al punto de vista de la cámara o, en su caso, del espectador.
Todo ello está supeditado a la bidimensionalidad de los objetos que vemos en el cine. Nuestros ojos, continuamente, buscan pistas en un intento de conectar puntos para conseguir recrear la tridimensionalidad en nuestra mente. Comparar tamaños es una de las maneras de hacerlo. Si aparece una persona en pantalla, ésta marcará la base de comparación. Lo mismo haremos con otros objetos o cosas. Y de igual forma hacemos con la distancia para entender cómo de grande debe aparecer algo con respecto a otra cosa.
La revolución de Ames
No se trata de algo nuevo. Inicialmente se usó en películas de bajo presupuesto, el famoso cine serie B, y en el cine fantástico primigenio que lo usaban para atrapar a espectadores poco formados en el ámbito cinematográfico y para lo que solían usar un plano frontal colocando a los actores en puntos muy separados entre sí.
Sin embargo la técnica tuvo una auténtica revolución de la mano de Adelbert Ames y su habitación cúbica construida en forma trapezoidal. Que creó a mediados de los 50 con paredes inclinadas y un lado más cerca que el otro con respecto al espectador y que todos hemos visto en alguna exposición temporal y de la que, seguro, nuestro instagram guarda una prueba.
Dicho esto, varios consejos para llevarlo a cabo de manera perfecta. Planifica la composición para no mostrar el truco. Lo fácil y simple suele funcionar mejor que lo demasiado complejo. Deja muy claras las instrucciones de actuación. Utiliza un espacio amplio. Juega con la profundidad de campo. Elige las ópticas adecuadas. Usa la luz a tu favor y, por último, dale rienda suelta a tu creatividad.
Perspectiva forzada en el cine
Ejemplos hay muchos, sobre todo, en los inicios del cine. La primera vez que se utilizó esta técnica fue en el corto de J. Stuart Blackton de 1909 titulado «Princess Nicotine«. Aunque seguro que recuerdas escenas míticas como la de Chaplin a punto de precipitarse de espaldas mientras patina en unos grandes almacenes en la película «Modern Times» de 1936.
Sin embargo, hay dos títulos que se convierten, amén de Peter Jackson, en ejemplos perfectos de esta técnica. «El increíble hombre menguante» de Jack Arnold en 1957 y «El ataque de la mujer de 50 pies«, de Nathan H. Juran de 1958.
Billy Wilder también la usó en aquel plano fantástico de aquella oficina que parece infinita en «El apartamento« en 1960.
Pero no nos equivoquemos. No es una técnica anticuada o perteneciente al cine que otrora fuera representante de lo que se llamó edad dorada. El cine moderno así lo demuestra. Seguro que todos hemos visto «Cariño, he encogido a los niños«, de Joe Johnston de 1958. O cualquiera de las de «Harry Potter». Y, por supuesto, Peter Jackson como gran contribuyente y precursor de desarrollos paralelos que permitían mover la cámara a la vez que se movía la escena para conservar el efecto en su archiconocida saga de «El Señor de los Anillos».
Quizá Nolán estaba en lo cierto y no siempre la magia depende de grandes efectos visuales. La ilusión es una de las piezas claves e inherentes al cine, ¿por qué dejar de tenerla? sobre todo si es una ilusión óptica 😉
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