En Welab continuamos haciendo un análisis de los distintos directores y directoras de fotografía, su estilo cinematográfico, filosofía y equipos utilizados. La protagonista de hoy es la directora de fotografía argentina Natasha Braier. Su trabajo destaca por ser arriesgado y estar alejado de las convenciones más clásicas de la cinematografía.
A la hora de crear imágenes como director de fotografía, puede resultar tentador sucumbir a un estilo visualmente más conservador sugerido por el productor, el cliente, la agencia, la productora o cualquiera que asuma un riesgo financiero en el proyecto. Estas partes suelen preferir imágenes bien iluminadas, sin muchas sombras, nítidas, con mucha luz en los rostros de los actores y que utilicen planos literales.
A lo largo de su carrera, Natasha Braier ha preferido alejarse de las convenciones cinematográficas más tradicionales trabajando con colaboradores experimentales. Centrándose así en la esencia de la historia y tomando decisiones fotográficas audaces y bastante arriesgadas.
Natasha Braier nació el 11 de diciembre de 1974 en Buenos Aires, Argentina. Con tan solo 9 años comenzó sus estudios de arte y desde muy pronto se apasiona por la fotografía. De hecho, con 16 años compaginaba sus estudios de secundaria con otros en la Escuela de Fotografía Creativa Andy Goldstein. Tras estudiar en la Universidad del Cine de Argentina y vivir una temporada en Barcelona, decidió mudarse a Londres. Allí fue una de las seis aspirantes a directora de fotografía aceptadas para estudiar un máster en la National Film and Television School de Inglaterra.
La argentina ha rodado largometrajes, anuncios y vídeos musicales para directores como: Nicolas Winding Refn, David Michod, Claudia Llosa y Alma Har’el.
«Siempre he sido bastante experimental y he buscado formas muy alternativas de fotografiar e intentar expresar emociones a través de la luz y el encuadre»
Un hilo conductor de la obra de Braier son las conexiones temáticas y emocionales de las historias que elige fotografiar. Le atrae trabajar con directores con una fuerte personalidad visual, a veces extrema. Si dan prioridad a otros aspectos de su cine a expensas de un estilo visual fuerte, le interesa menos trabajar con ellos. Por supuesto hay diferentes formas de hacer buenas películas. Pero Natasha Braier se siente atraída por aquellos colaboradores que no rehúyen los riesgos experimentales o artísticos.
Su lado más experimental se puede apreciar en el uso de una expresiva iluminación de colores, exposiciones oscuras, encuadres poco convencionales y su preferencia por una imagen ópticamente imperfecta, rodada con cristales vintage o filtros.
Le gusta tomar decisiones creativas definitivas en el plató, dejando el menor trabajo posible al etalonaje. Se asegura de comunicar y establecer este lenguaje visual desde el principio con el director y el resto del equipo. Su objetivo es transmitir la esencia de la historia, que se centra en las sensaciones más que en ofrecer explicaciones narrativas claras. Su sensibilidad es abstracta, por lo que le gusta trabajar en proyectos en los que el espectador no tiene que «entenderlo» todo. Aunque, a veces es necesario ser más directo, sobre todo al rodar anuncios.
Natasha Braier no se encasilla en un único estilo de rodaje y cree que se necesitan perspectivas diferentes para proyectos diferentes, con directores diferentes. Por ejemplo, en la película “Honey Boy” (2019) adoptó una mirada más realista y documental, mientras que para “The Neon Demon” (2016) fue necesaria una mirada experimental y masculina.
Aunque adapta su método de rodaje en función de la película, utiliza técnicas y equipos similares de una película a otra. Por ejemplo, en lo que respecta a la iluminación, le gusta utilizar LED para iluminar un espacio en 360 grados, que su equipo conecta a una tarjeta DMX inalámbrica para poder realizar ajustes rápidos sobre la marcha.
«Sustituí todas las luces prácticas por luces LED. Utilicé transmisores y receptores. Así que estaba en mi monitor con un juego de reguladores y podía controlar todas esas luces… Dependiendo de lo que él estuviera haciendo, yo era literalmente como un DJ, ya sabes, como improvisando con los reguladores alrededor de lo que él estaba haciendo… Así que de esa manera podía apoyar las emociones con la iluminación… Era realmente como un baile de luces que hacía en directo»
Trabajar con una placa DMX facilita el ajuste rápido de las luces en rodajes como “Honey Boy” (2019), en el que gran parte del bloqueo de las escenas se improvisó durante las tomas. También le permite atenuar o cambiar las temperaturas de color de las luces durante una toma. A menudo utiliza luces de Digital Sputnik, LitePanels o KinoFlos, que se gelifican manualmente con diferentes colores.
Durante años rodó proyectos con película de 35 mm, sobre todo de tungsteno Kodak, como la 200T. Pero ha empezado a usar cámaras digitales, para las que utiliza casi exclusivamente variantes de la ARRI Alexa, como la Mini. Cuando iluminaba una película de 35 mm, le gustaba utilizar un medidor de luz y ver la imagen a través del visor. Sin embargo, con la tecnología digital prefiere iluminar con un monitor calibrado.
Ha trabajado con objetivos esféricos como los Zeiss Ultra Prime. Pero lo que más le atrae es el formato anamórfico, que utiliza exclusivamente con los antiguos objetivos Cooke Xtal Express. Aunque los Xtal son más lentos que los objetivos anamórficos modernos y no tienen la mejor ergonomía, su aspecto más suave y onírico es el más llama la atención de la dop.
A Braier le gusta retocar el aspecto final tanto como sea posible en el plató, utilizando técnicas que no se pueden deshacer en postproducción. Por ejemplo, colocando filtros de efectos delante del objetivo o abocinando sutilmente el objetivo con una pequeña luz para dar calidez a las sombras y dar a la imagen un aspecto sutilmente vintage, como lo haría un negativo de película de 35 mm.
Gran parte de su trabajo se realiza cámara en mano. Le gusta manejar la cámara a ella misma, y aún lo hace para los anuncios, describiendo el proceso como un baile entre el operador y el actor. Sin embargo, desde que trabaja en largometrajes en Estados Unidos, donde los sindicatos suelen prohibir que el director de fotografía opere, confía en su capacidad para comunicarse con un operador y colaborar con él para encontrar la coreografía correcta.
Aunque la mirada cinematográfica de Natasha Braier cambia en función de las necesidades de la película, su afán por la experimentación fotográfica se traslada a todo lo que rueda. Su amor por el color, las lentes anamórficas, la iluminación oscura y los encuadres poco convencionales son prueba de ello. A veces, ser más seguro fotográficamente puede conseguirte más trabajo. Pero, en otras ocasiones, tener una mirada audaz y el valor de asumir riesgos creativos atrae a directores que opinan que el aspecto de una película es tan importante como su contenido.
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