Hablar de Conrad Hall es hablar de uno de los más reconocidos directores de fotografía de la historia. A lo largo de su carrera estuvo nominado en diez ocasiones a los Premios Oscar, ganando tres de ellos. La última de ellas le fue otorgada de manera póstuma. Su fotografía se caracteriza por paletas de colores neutros, usos inventivos de la luz dura, reflejos y encuadres centrados en los personajes. Todo esto da lugar a un estilo cinematográfico al que él mismo denominó naturalismo mágico.
De la Polinesia Francesa a California. Conrad Hall
Conrad Hall nació en 1926 en la Polinesia Francesa. Durante su adolescencia estudió en California. Tras graduarse, decidió iniciar estudios de periodismo en la University of Southern California. Pero al poco tiempo, decidió cambiar completamente de aires. Se matriculó en un programa de estudios cinematográficos. Allí empezó a aprender los fundamentos de la cinematografía.
En esa época, para trabajar en un equipo de cámara en Hollywood había que ser miembro del International Photographers Guild. Nuestro protagonista no formaba parte de esta asociación, lo que le imposibilitaba trabajar.
Para evitar esta situación, Conrad Hall y algunos de sus compañeros de clase crearon una productora independiente y produjeron una película llamada “Running Target” (1956). Hall se encargó de dirigir la fotografía de la cinta. Esto le sirvió para ingresar en el gremio. Aunque debido a las normas no se le permitió figurar como director de fotografía en la película, sino como asesor visual.
Poco a poco fue ascendiendo puestos. Pasó de ayudante de cámara a operador de cámara, hasta que finalmente tuvo la oportunidad de dirigir la fotografía del largometraje “Morituri” (1965).
Filosofía de trabajo según Conrad Hall
Para el director de fotografía lo más importante era la historia y esto se ve reflejado en su filosofía de trabajo y en toda su filmografía.
Para él, la historia era siempre el punto de partida para tomar sus decisiones fotográficas y el objetivo final al que apuntaba. Aunque el aspecto de su fotografía varió dependiendo del proyecto y del director, mantuvo algunos conceptos filosóficos a lo largo de su carrera.
«Nunca he sido alguien que consiga que una película tenga un aspecto absolutamente perfecto. Las mías siempre tienen algún tipo de defecto. Y en cierto modo no me importa, porque no se trata de la perfección, sino de la sensación general».
Su luz no siempre era perfectamente suave, ni tenía la forma perfecta. Tampoco había una relación de contraste perfecta entre luces y sombras. Sus encuadres no eran siempre perfectamente simétricos. Pero, al no aspirar siempre a una imagen perfecta, la mayoría de sus películas transmiten una sensación de naturalismo. A menudo incorporaba también interesantes florituras. Usaba reflejos, sombras muy interesantes y texturas atmosféricas como el humo o la lluvia.
Y eso es lo que conocemos como naturalismo mágico. Fotografiar las cosas tal y como son, incorporando al mismo tiempo toques estilísticos que realzan la atmósfera de la historia.
«Soy uno de esos tipos que no hacen muchos aumentos. Pero que sabe tomar el accidente y convertirlo en algo maravilloso, mágico. Yo busco eso. Me encanta. Me alimento de ello. No invento cosas. Se inventan solas y entonces me fijo en ellas y las uso de forma espectacular».
El director de fotografía era todo un maestro de la observación de esos momentos mágicos involuntarios. Además, sabía usar a la perfección las herramientas que tenía a su alcance para resaltarlos. El reflejo de un preso en las gafas de sol de un guardia de prisiones, las siniestras sombras en movimiento de un árbol o la mirada de un asesino a través de una ventana durante una tormenta dando la sensación de estar llorando. Esos pequeños momentos que él denominaba accidentes felices, combinados con un aspecto en gran medida naturalista, elevaban la historia de una manera mágica.
Debido a la larga duración de su carrera, empezó fotografiando películas en blanco y negro, pero pasó a utilizar el color en cuanto se convirtió en algo común. Una característica común en la mayoría de sus películas es el uso de una paleta de colores terrosos y neutros. Gran parte de sus películas utilizan marrones, verdes, blancos y grises. Sus sombras suelen ser de un negro puro y fuerte. El color rara vez suele ser muy saturado o vivo.
Esto era una ventaja cuando se usaba un color fuerte. Por ejemplo, en “American Beauty” (1999) el uso del color rojo destaca por encima del resto de tonos neutros que poseé la película.
La importancia de la luz para Conrad Hall
Ese interés por los momentos mágicos también se veía reflejado en su manera de iluminar las escenas. Prefería rodar de día, con luz natural, pero en ocasiones era necesario realizar trabajos de iluminación.
Durante los preparativos del rodaje de “Camino a la perdición” (2002) consiguió que un equipo montase una serie de andamios en el estudio. Se instalaron 30 fresnels de 10K y 60 de 5K, todos ellos conectados a reguladores de intensidad. Se utilizaron para iluminar el exterior de los decorados, actuando de manera similar a la luz solar.
Gran parte de la luz que utilizaba era dura y no difusa. Esto daba lugar a fuertes líneas de sombra. A menudo creaba formas rompiendo la luz con texturas interesantes o utilizaba partes del decorado para dar forma a distintas sombras proyectadas.
Cuando iluminaba interiores, también utilizaba lo que él llamaba tono de habitación. Esto lo conseguía haciendo rebotar equipos más pequeños en el techo, para proporcionar una suave luz ambiental. De esta manera lograba una iluminación general natural. Una vez conseguido el tono de habitación se dedicaba a iluminar a los personajes. A menudo lo hacía desde el lateral o por detrás con una fuente de luz dura. Utilizaba esa misma luz de fondo para resaltar elementos como el humo o la lluvia.
¿Qué equipo utilizaba?
A la hora de elegir objetivos, le gustaba utilizar una amplia gama de distancias focales de 27 a 150 mm. Utilizaba objetivos gran angular para las tomas amplias y distancias focales más largas para los primeros planos. Esto daba lugar a fondos desenfocados.
Sin embargo, a veces utilizaba objetivos largos, como el zoom 50-500 mm de Panavision, de forma creativa en tomas amplias para aumentar la sensación de olas de calor con distorsión y representar a los personajes de forma más tenue, pero amenazadora. Le gustaba utilizar una profundidad de campo escasa, normalmente fijando la apertura de sus objetivos entre T1.9 y T2.5. Esto otorgaba al plano una dimensión emocional extra, convirtiéndose en una experiencia única.
Conrad Hall utilizaba, casi siempre, cámaras y objetivos Panavision. Rodó en película de 35 mm. Utilizó la Panavision Platinum en más de una ocasión. Por su aspecto, fiabilidad y amplia gama de distancias focales prefería utilizar objetivos Panavision Primo.
Para conseguir el color que le gustaba, utilizaba películas Kodak de tungsteno de grano fino para interiores y exteriores. Por ejemplo, utilizó la más moderna Kodak Vision 200T para sus últimos trabajos y la Eastman EXR 100T para los más antiguos.
Para la película “Dos hombres y un destino” (1969) buscó un color más apagado, tratando de alejarse del típico azul del cielo utilizado en los westerns. Para lograrlo, sobreexpuso radicalmente la película y luego hizo que el laboratorio compensara la sobreexposición en la copia. El color se difuminó aún más y el azul adquirió un tono más suave y claro.
Conrad Hall contaba historias sencillas y naturales. Pero, las hacía grandes gracias a los momentos mágicos que sabía captar a la perfección. Las historias que cuenta pueden entenderse prácticamente sin sonido. Su amor por el cine, su capacidad de observación y su habilidad para traducir historias utilizando cualquier suceso que se produzca de forma natural le han convertido en uno de los más grandes y reconocidos directores de fotografía de la historia.
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