Los formatos de proyección cinematográfica han ido evolucionando a medida que la digitalización imponía sus reglas. Es evidente que el cine es, sin duda, una de las formas de entretenimiento más recurrentes para disfrutar de nuestro tiempo de ocio, amén, claro está, del tiempo que nos roba el móvil. Igual de evidente es, por supuesto, que la digitalización ha supuesto un antes y un después (quizá también un durante) bastante complicado, sobre todo para muchas salas de cine que se han visto obligadas a cerrar sus puertas. De vivir una época de esplendor al réquiem por un cine (otro amén).
Se trata del clásico adaptarse o morir. Como dato de referencia: solo en Madrid, de 161 salas que vivieron su época dorada a partir del año 69 hoy solo quedan 31. No todas las salas han podido reinventarse y subirse al carro de la digitalización, digamos que la “re-constitución” en establecimiento digital fue complicada.
La analogía del rollo
De todos es sabido que los filmes se distribuían en forma de rollos de película de 35 mm contenidos en una lata con forma circular. Eran grandes, pesados y, lo peor de todo, sufría una degradación constante por la manipulación continua, la condiciones de temperatura y, sí, también las repetidas proyecciones.
Hoy, todo ha cambiado para los formatos de proyección, estamos en la era digital. Ahora las distribuidoras exigen la utilización de cabinas digitales en lugar de películas de rollos. Esto implica la evidente inversión de grandes cantidades económicas en el ese proceso de modernización que ya no es tal, y que comenzó allá por el año 2009 en toda Europa. En España, al año siguiente debido a falta de ayuda y subvenciones por parte de los organismos oficiales porque no sólo cambió el proyector, también los métodos de distribución.
El formato DCP (Digital Cinema Package)
Varios fueron los formatos de proyección en esta transición hasta llegar al que hoy es el protagonista, el encargado de sustituir al 35mm, el DCP. Un “paquete” que contiene diferentes tipos de archivos: ficheros de vídeo y audio por separado dentro de un contenedor .MXF (que el proyector utilizará para reproducir el DCP). Además, archivos de programación en .XLM y archivos de subtítulos también en .XML.
Además, llegados a este punto es interesante saber que, dentro de los DCP, existen dos tipos de formatos compatibles. Por un lado el INTEROP, el más compatible con la mayoría de los servidores DCI y uno poco más actual. Por otro lado, el SMPTE, que será el que se use en la mayoría de los casos por tener un soporte para 25 y 30 frames por segundo.
La diferencia realmente importante con respecto a formatos anteriores está en que el DCP posibilita tener en una copia todas las versiones de la película. Esto reduce su tamaño a la forma de un disco duro, que es fácilmente transportable. Además del consecuente abaratamiento económico frente a los rollos de película con un coste por unidad que podía rondar los 2000€. ¿Os imagináis el coste de distribución de un “taquillazo” exhibido a nivel mundial?
Pero, ¿quién o qué está detrás de este formato? Dos son los organismos claves en este asunto. En primer lugar, el DCI o Digital Cinema Initiatives (2002), resultado de la sinergia de grandes empresas cinematográficas como Fox, Disney, Paramount, Sony Pictures, Warner y Universal. Todas se unieron para crear una serie de “reglas”, de carácter abierto, que todos los servidores digitales deberán cumplir para que los contenidos puedan ser reproducidos. Por otro lado la SMPTE (Society of Motion Picture and Television Engineers), cuyo cometido es, básicamente, ampliar la normativa del DCI.
Evitando las copias «pirata»
Una de las grandes ventajas y, sobre todo diferencia, es la capacidad del DCP para no ser reproducido en un dispositivo adecuado. Un sistema triple de control que conocemos como KDM. Esta barrera de control impide que el DCP sea reproducido donde no es debido. También delimita el tiempo de reproducción del archivo, para que cuando “caduque” no pueda ser reproducido hasta pedir un nuevo KDM. Y por último, posee una protección por número de servidor, de tal forma que si alguna sala cinematográfica tuviese la picaresca idea de copiar la película para reproducir en dos salas, el KDM lo detectaría y no se podría reproducir.
El último grito: el satélite
La utilización de formatos de proyección DCP ha significado un gran avance en todo lo referente a la distribución y reproducción de películas en los cines. Y ha revolucionado el mundo cinematográfico abriendo las puertas a los formatos 3D y 4K.
Desde hace unos años, algunas salas de cine (como Kinépolis entre otras) ya comenzaron a utilizar como medio de distribución de los filmes el satélite. Digamos que es el siguiente paso al disco duro, una forma más sencilla y segura para descargar las películas. Así las productoras tienen un mayor control sobre la distribución y acortan tiempos de volcado en los servidores de los cines.
Este último formato está repleto de ventajas: la apertura a nuevos contenidos que se llevan a cabo en diferido, facilidad en los cambios de películas, versatilidad con los horarios… Bendita tecnología, último amén.
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