¿Qué pasaría si el mundo cinematográfico se olvidase de toda espectacularidad, efectos especiales y campañas de publicidad avasalladoras? Si solo se centrase en una cámara, un foco y en la hiperrealidad, si eso es Cine Dogma 95
Este es el súmmum del cine dogma, que nace en los años 90 de la mano de dos de sus grandes exponentes: los daneses Lars Von Trier y Thomas Vinterberg. Estos dos precursores consideraban que el séptimo arte se encontraba, en ese momento, en horas bajas y que existía una necesidad de romper con Hollywood y todo lo establecido hasta la fecha.
Hasta ese momento, en el cine todo era grandes presupuestos, efectos especiales, merchandising… constituyendo así el cine más como un producto para entretenimiento que como un arte (que es como realmente lo percibían muchos directores de cine). Es por ello que estos dos exponentes, nacidos en Dinamarca, decidieron volver al origen, a la pureza, y romper con el orden establecido.
Filmes como “Jurassic Park”, “Titanic”, “Armageddon”, “Men in Black”… considerados grandes taquillazos y respaldados por los premios Oscar eran, precisamente, los claros ejemplos del tipo de película que no querían producir en este movimiento artístico.
Es 1995, y en una fría y pequeña ciudad del norte de Europa, Copenhague, se encuentran dos jóvenes directores que celebran los cien años de la primera proyección cinematográfica (a cargo de los hermanos Lumière), algo desencantados con el devenir del séptimo arte. Quieren reinventar todo lo conocido en esta industria y así surge el cine dogma. Se trata de una corriente artística regida por diez mandamientos con el fin de concentrar la producción en los trabajos actorales y en la propia historia. Quieren recuperar la Nouvelle Vague de los años 50, una ola cinematográfica francesa, donde los guionistas perseguían la idea de hacer un cine más consciente de su naturaleza y menos superfluo.
Así, como si Von Trier y Vinterberg cobrasen la forma de un ser celestial y descendieran de una nube del cielo… deciden crear una serie de normas que les puedan dar la potestad de otorgar un sello de calidad (DOGMA 95) a aquellas películas que cumplan con los siguientes requisitos:
- El rodaje debe llevarse a cabo fuera del propio estudio.
- El sonido no debe ser producido separado de las imágenes y viceversa.
- La cámara ha de sostenerse en la mano.
- La película debe ser en color; y si hay poca luz, la escena debe ser cortada o bien, se puede montar una sola luz sobre la cámara.
- Los trucajes y filtros están prohibidos.
- El filme no debe contener ninguna acción superficial tal como: armas, muertos etc.
- Quedan prohibidos los cambios temporales y geográficos (la película es aquí y ahora, nada de saltos en el tiempo).
- No se admiten las películas de género.
- El formato de la película ha de ser de 35 mm.
- El director no debe aparecer en los créditos.
Además de este decálogo, en este manifiesto o voto de castidad, se incluía también una especie de juramento por parte de los directores daneses, que rezaban lo siguiente:
“Juro como director renunciar a mis gustos personales. Ya no soy un artista. Juro evitar crear una obra, pues creo que el instante es más importante que el todo. Mi objetivo último es extraer la verdad de mis personajes y ambientes. Juro hacer todo esto con todos los medios a mi disposición y sacrificando para ello cualquier consideración estética o de buen gusto”
Así pronuncio mi voto de castidad.
Copenhague, Lunes 13 de marzo de 1995.
En nombre de Dogme 95,
Lars von Trier – Thomas Vinterberg
Algo que comenzó como una idea provocativa y rompedora se convirtió en algo similar a una religión y diferentes cineastas de todo el mundo se subieron al carro de la trasgresión. La corriente artística abrió sus puertas y permitió que todos aquellos que pasasen el examen del comité realizaran un juramento que los avalase.
Si hablamos de Dogma 95 debemos resaltar los dos filmes que más ejemplifican esta ola cinematográfica: ‘La Celebración’, de Vinterberg y ‘Los Idiotas’ de Von Trier. Dos películas que encarnaron el realismo visual y narrativo, muy aclamadas por el público y que acallaron las bocas de los más críticos. Ambas demostraron que se podía crear un cine de tensión, realista y repleto de humor negro y por eso fueron llamadas a participar en el conocido Festival de Cannes.
Otras películas del cine Dogma 95:
- Mifune (1999)
- Lovers (1999)
- El rey está vivo (2000)
- Dancer in the Dark (2000)
- Fuckland (2000)
- Amerikana (2001)
- Truly Human (2001)
- Kira’s Reason: A Love Story (2001)
- Te quiero para siempre (2002)
- La herencia (2002)
- Gypo (2005)
Fueron muchos los directores que se sumaron a esta forma más puritana de hacer cine, como es el caso del argentino José Luis Marqués, el danés Søren Kragh-Jacobsen, la norteamericana Harmony Koryne o el español Juan Pinzás. Éste último llevó a cabo tres películas que obtuvieron el beneplácito de esta corriente artística: ‘Érase otra vez’ (2000), ‘Días de Boda’ (2002) y ‘El Desenlace’ (2005). Pinzás decidió asociarse al movimiento tras llevar a cabo una de sus películas (algo ambiciosa e industrial) y darse cuenta de que echaba de menos la libertad de la creación de cortometrajes en 35 milímetros.
Los últimos coletazos del movimiento llegaron de forma forzosa, entre los años 2002 y 2003. Incluso los propios precursores del dogma fueron incumpliendo y aparcando los mandamientos del manifiesto que, finalmente, se dio por terminado en el año 2002. El claro ejemplo de todo esto se vio reflejado con Von Trier en su película Dogville, donde ya nada era igual. A pesar de esto, aún podemos ver vestigios de esta forma de hacer filmes ya que su influencia ha impregnado la cinematografía actual.
“Creo que Dogma 95 fue inspirador para bastantes personas y sirvió para iniciar un movimiento digital. Personalmente, me pareció extremadamente edificante y fantástico hacer películas de Dogma 95; aunque creo que mi obra cumbre del movimiento fue La celebración (1998).”
Creo que el éxito de dicho film, marcó el comienzo y el final de mi travesía dentro del movimiento; digamos que fue lo más lejos que pude llegar»
THOMAS VINTERBERG.
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